Fumarte.

Huele a tierra mojada, a vodka, a tabaco, y a ti. Mis pulmones siguen encharcados en el humo. Mi cerebro flota en alcohol. Mis manos tiemblan. Mi corazón se queja, pero sigue latiendo. La noche ha caído sobre la ciudad pero estoy demasiado “distraída” como para percatarme de ello. Me tumbo en la cama y me enciendo un cigarro más, el último. No me conviene seguir fumando tanto, tampoco me convienes tú…
Los humanos somos seres hipócritas. Creamos miles de medicamentos para salvarnos, para huir de la muerte, pero nos enganchamos a ella. Quizás no tan hipócritas, quizás kamikazes o simples suicidas.
Disfruto cada calada. Y me siento cigarro, enganchada a alguien que le enciende, que le consume la vida a bocanadas, que arroja las colillas ya gastadas y enciende otro pitillo con la misma mirada de deseo, y se lo fuma inspirándole la vida, quizás por eso fumo con cuidado.
“Que no me convienes, que voy a dejar de fumar, y voy a dejar de ser cigarrillo también”, digo, como si de verdad me lo creyera. En voz alta como para que suene más serio, como para convencerme de ello. “Que es complicarme la vida” sentencio con una sonrisa. Y sonrío por lo canalla que es mi subconsciente que nunca se ve perjudicado por el alcohol, que sabe que no tengo fuerza de voluntad para quitarme el vicio de esperar que me beses, de esperar tus mensajes. Las fuerzas suficientes para quitarme la manía de hablarle a todo el mundo de ti, de soñar contigo. Que soy débil, que no puedo. Que ya te echo de menos, que el tiempo no es mi amigo joder, que me pone canas en la cabeza, jarras de cerveza en la mano, arrugas en la cara... Que el tiempo no aclara, emborrona, y a la gente eso parece servirle, extienden la mancha y agrandan el cerco, como si así no fuese tan grave porque está difuminada. Que por muy poco Colacao que eches en la leche, ya hace variar su color. Y tú en mi vida eres mucho más que una cucharadita de Colacao en un vaso de leche. Eres una marca, un tatuaje. Es como cuando estás escribiendo y se te rompe el bolígrafo creando una mancha de tinta enorme, no puedes llegar tú y emborronar la hoja sobre la que escribes o llenarla de corrector como si no hubiese pasado nada. Ni siquiera puedes arrancar la hoja y fingir que no ha ocurrido, repetirlo todo, porque la tinta ya ha penetrado las hojas y mancha las de debajo, y no puedes echarles corrector en todas, y si te empeñas demasiado y lo pones, al final, te recordaran la mancha. Si se ha roto el bolígrafo y te ha manchado, puedes lavarte las manos, pero no puedes arrancar de cuajo todas las hojas, simplemente porque sin hojas no hay libro, y sin libro no hay historia. No puedo retroceder en el tiempo y evitar el haberte conocido, y aunque pudiera no lo haría porque sí, porque quizás me gusta ser esa que se estrella contra las paredes, contra los muros. Que voy por la vida como si esto fueran los coches de choque, ¿Y qué? Estoy cansada de señales de tráfico, de controles de alcoholemia y de distancias de seguridad, porque no necesito señales que me digan que voy cuesta abajo y sin frenos, que voy borracha y esta vez sí, sonrío porque te gusta mi sonrisa, no lo niegues, y que no hay distancia más segura que la que existe entre tu boca y la mía en un beso.
Quiero comerte entero para desayunar, comerme el mundo a mediodía, y ofrecerme yo de cena, Quiero hacer mil comidas al día contigo. Quiero que me leas, que me leas entrelíneas, entre tu cuerpo y la cama, entre las sábanas. Porque fumo desde que ya no me pasas el humo directamente de tus pulmones, que algo te quemaba por dentro, y ahora es a mí a quién me abrasa. Tengo el hígado reventado de intentar olvidarte, y no conseguirlo. He perdido el ritmo y he averiguado cuánto tiempo puede estar sin dormir absolutamente nada una persona. Vivía presumiendo ser de piedra, y ahora sólo queda polvo, una botella vacía, el recipiente de un helado y unas cuantas pastillas que me tientan desde la mesilla prometiéndome un oasis de paz entre las ruinas de lo que me queda. Un billete sin retorno a un lugar perdido, en el cajón, una foto vieja y una vieja cinta de cassette. Un reloj y demasiado tiempo por delante.

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