Estoico

El latido de mi corazón que perfora mi pecho de fuera a dentro intentando llegar a ti, rompiendo la coraza, los muros, el puto alma y sucede el más mágico misterio, el de tu mano en la mía, el de tu aliento invadiendo mi habitación. La música me quita la ropa siguiendo un compás. Tú sigues mi espalda con la mirada por el pasillo. La persigues hasta llegar a mi cama y nos besas a las dos. Y me vuelves loca con tu sonrisa rota, con tu pelo despeinado, con tus ojitos brillantes y con tu barba de tres días. Me das la mano y caminamos por Madrid, por Atenas, por Roma, por París... Y a cada paso, besas con cuidado mis labios, y las tardes se suceden unas a otras como los besos que se atropellan, como una copa tras otra.
Das caladas largas al cigarro y soy yo, cariño, quien tose. Pero no por el humo, no por la gripe, no. Sino porque me pongo celosa de todo lo que besas si no soy yo. Y los soles de todas las ciudades brillan más en tu mirada que en el horizonte, que en cualquier reflejo sobre el mar, que en cualquier copa desorientada de algún bar desde el que no sepa hallarme.
Te queman mis labios en la piel, cariño, pero niegas sentir aflicción alguna y resistes, encajas todos los golpes, te muestras estoico. Y me devuelves los besos como Romeo, librándote tú de pecado alguno. Y yo, que estoy acostumbrada a vivir en pecado, a cargar con las manchas de todos nuestros deslices a mis espaldas, yo que tengo tachón tras tachón en mi historial, sonrío, por lo políticamente incorrectos que somos, por lo sentimentalmente perfectos que resultamos.
He perdido mil trenes, he perdido las llaves, he perdido el puto rumbo, el ritmo. He perdido el sentido, y el conocimiento. He perdido contigo mucho más de lo que he ganado, pero aún así compensa. Tus besos a mediodía en la boca de metro, o por las mañanas en el bar, tus despedidas en mi portal, o todos aquellos besos en el banco del parque, contrarrestan las noches en vela, el dolor, el sabor amargo del café. Vivo contigo en un puto equilibrio forzado en el que me la suda que es lo que pese más o lo que pese menos, en el que hago trampas y miro a los ojos a la gente. Y me llaman temeraria y no lo entiendo, y me llaman masoka y yo asiento, y me acusan de loba y no lo niego. Desvergonzada, caradura, descarada, sinvergüenza, osada, y astuta como yo sola. Y yo lo cambiaba todo por un segundo contigo a solas, que me tienes loca, con mil ganas de comerme tu boca, chico. Y empiezas a besarme el cuello con tus aires de galán mal conseguido, con tu mirada de seductor de los años 50 y yo caigo, a escondidas, a tus pies y me dejó hacer. Encuentras ahí un halo de esperanza, la forma en la que me crees poder domar, y no te equivocas. Todo fuerte tiene un punto débil, todo muro una fisura, todo cuerpo un costado, una herida, y cariño, reconquistas todos mis dominios y los haces tuyos con esos besos en el cuello, que me dejan fuera de mi propio juego, que inhiben de golpe todas mis murallas, que retiran mis líneas de defensa. Y bajas al pecho y me desboco. Me agarras la nuca y de golpe soy pequeña, ahora soy toda tuya. Y espiro y expiro así, sobre tu pecho desnudo, sobre tu alma desabrigada, sobre tu vida hecha pedazos. Y me susurras al oído que tienes ganas de chillar, y le crece el pelo al Sansón que llevó dentro, me armo de valor y tapono tu boca con mi boca, recupero las riendas y te juro mordiéndote la oreja, que estas bridas son cosa mía. Pero te las devuelvo amor mio, si me besas, si brindas por nosotros y me juras por tus ojitos claros, que nadie jamás va a saber de nuestro pequeño secreto. Que pierdo la cabeza por ti y por tus besos que me ponen, como la coca, que me encienden, como el mechero que te robé.

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