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Donde las bombas hacen estallar prejuicios absurdos

He cerrado los ojos y creído. He puesto música, me he bebido una copa y me he tumbado en el suelo, al lado de la cama. He cerrado los ojos y he soñado. He soñado con un mundo distinto, donde seguía existiendo la diversidad pero donde es impensable matar por ello. Donde las flores no se arrancan, se cuidan. Un mundo donde las personas son personas. Donde el odio, el rencor, la aversión, la rabia, no eran más que contravalores teóricos. Un lugar donde la violencia no existe. El suelo estaba frío y lo he sentido. He sentido dolor, la humillación de unos seres que no, que no son humanos. La vergüenza ajena y la impotencia por no poder hacer nada o no saber cómo. He cerrado los ojos y he leído el Edén. He visto dentro de mis párpados sueños, ideales. He puesto la radio y sonaba 'Imagine' y John Lennon me llamaba soñadora al oído. Y yo con los ojos cerrados me imaginaba más. Un lugar donde la gente sonríe y llora sólo de alegría. Donde las bombas hacen estallar prejuicios absurdos.

Cuando.

Cuando no quieres creer en el amor, y matas con cigarros y una vieja cinta de cassette llena de canciones tristes el atisbo de esperanza que queda dentro de ti. Y se desvanece ,poco a poco, la fe.   Cuando sonríes pero estás rota. Cuando bebes para ahogar lo de dentro, pero cierras los ojos y desaparece todo a tu alrededor, y conquista el humo a tus pulmones, y te vencen las lágrimas y lo dulce de la muerte te seduce. Cuando intentas dominar a tus entrañas, y te desarma el silencio, y no soportas la soledad ni un segundo aunque por dentro esté todo igual. Cuando te entristece el batir de unas alas que se alejan. Cuando la tortura de su piel contra otra te castiga. Cuando finges que no sangran tus heridas, que no tiñen de granate la nieve, que ya no es pura. Cuando los recuerdos te desgarran y juras estar bien. Cuando me olvidas y lo siento, y me arrepiento. Cuando detonas mis anhelos más secretos y saltan por los aires los pedazos y yo con ellos. Cuando llega el invierno y lo único qu

Míranos.

Quiero hablarte de lo que tengo en frente. De ti, de mí, de nosotros dos. De lo que siento y de lo que he sentido. Quiero decirte todo lo que he callado. Todo lo que ya te he dicho. Todo lo que en tus labios he leído, y en tus ojos he intuido.  A veces la vida se pone difícil, y la corriente es demasiado fuerte como para nadar en contra. Otras, el viento soplaba a mi favor, y me llevaba junto a ti, como una semilla de polen soñando con llegar a tierra fértil y germinar. A veces me bajabas la luna, sólo cuando estaba nueva, y decías que a mi lado todo se llenaba. Todo tenía sentido. Y ahora míranos. Sentados en el banco de siempre donde se acababan los días y empezaban otros mejores. Donde Neruda cantaba desesperado y tú recitabas poemas, los veinte. Sentados por donde antes el viento no pasaba y ahora nos despeina, donde tu boca peleaba con la mía. Y ahora míranos. Por favor, míranos ahora.  No sé que ha pasado, no sé qué estrella se ha pagado, no sé a qué Dios hemos enfurecido ni a q

Echarte de menos

Todo estaba abierto de par en par, la puerta, las ventanas, los cajones... Todo menos mi corazón que se había cerrado en banda sin miedo alguno y lloraba. Lloraba porque los dos extrañábamos tu piel, porque los dos queríamos un beso más, una palabra de amor, una camiseta tuya tirada por el suelo, un 'buenos días dormilona'. Llorábamos porque al final Gere no conseguía quedarse con la puta, y la puta en esta historia eres tú, cariño. Porque huele a ti la cama todavía y me desmiente el hueco lo que el olfato me juraba. Y te echo de menos aún haber deseado mil veces que te marcharas. Me siento pequeña, invisible, frágil, delicada, y quiero seguir pero hijoputa, no sin ti. Quiero seguir bebiéndome la cerveza de tu boca y pillarme un pedo, y dejarte sin saliva con la que puedas corregir el rumbo de mi boca que se va a posar siempre sobre la tuya, sin distancia entre los dos. Verte de cerca, sentir que has traspasado con tu piel lo que quisieras haber traspasado con tu mirada, y hace

Estoico

El latido de mi corazón que perfora mi pecho de fuera a dentro intentando llegar a ti, rompiendo la coraza, los muros, el puto alma y sucede el más mágico misterio, el de tu mano en la mía, el de tu aliento invadiendo mi habitación. La música me quita la ropa siguiendo un compás. Tú sigues mi espalda con la mirada por el pasillo. La persigues hasta llegar a mi cama y nos besas a las dos. Y me vuelves loca con tu sonrisa rota, con tu pelo despeinado, con tus ojitos brillantes y con tu barba de tres días. Me das la mano y caminamos por Madrid, por Atenas, por Roma, por París... Y a cada paso, besas con cuidado mis labios, y las tardes se suceden unas a otras como los besos que se atropellan, como una copa tras otra. Das caladas largas al cigarro y soy yo, cariño, quien tose. Pero no por el humo, no por la gripe, no. Sino porque me pongo celosa de todo lo que besas si no soy yo. Y los soles de todas las ciudades brillan más en tu mirada que en el horizonte, que en cualquier reflejo sobre

Vida.

  Como cuando te queda un 1% de batería y pones el móvil a cargar. Como cuando te regalo mi vida escrita en cachitos arrugados de papel y siento que algún día, serás novela. Como el marido que se esconde en el armario. Como una mujer sin frío. Que mi vida es como el beso que no la diste en su portal y que te pesa en los pies.      Me gusta beber café en taza. Comer despacio. Salir a tomar el sol a la terraza y llevar vaqueros. Las camisas y los botones, desabrochados. Echar el aliento en los cristales y dibujar secretos sobre ellos. Me gusta despeinarte, y andar descalza sobre tu espalda, con la punta de mis dedos y de mis nervios sobre tu pecho dando saltos. Y cantar a pleno pulmón y echarte de menos aunque aún no te hayas ido. Vivir de la mano, dormir siempre a tu lado. Pisarte los talones, besarte a trompicones. Darte siempre un millón de versos, que son la sombra de tu cuerpo, que me inundan y me ahogan. Que me sube el azúcar y joder que muerte tan dulce la de tu boca sobre mi bo

Todo.

Me besas y bailo sobre la punta del alfiler que cose despacito tu alma a la mía, Y cada puntada me hace daño,  pero cariño, así es el amor.  Riegas mis ganas de pecar con tu sonrisa cada día, bailas sobre la luna cuando no está llena, y siento en  mis pies la ingravidez. Me quitas los cigarros de la boca y en vez de humo, espiro vaho, porque mi aliento tiene el poder de convertir en lienzos todos los vidrios que te reflejen, y pinto en ellos con la yema de los dedos. Dejas las copas en la barra cuando en vez de beberlas a ellas, prefieres beberme a mí, y todavía hoy no entiendes por qué te quiero.  Te quiero, amor mío, porque me rozas y se me eriza la piel, porque se me queda tu olor soldada a ella, y así te llevo a todas partes. Porque no hay ninguna rosa que no se parezca a ti en sus espinas, y en su ingrato olor que trata de superarte, pero juro que no lo consigue. Y el Sol te tiene envidia, y no hay día que no se vaya humillado por un lado del horizonte de tu pecho, en

Por los de siempre

“Son mis amigos, en la calle pasábamos las horas” Me paso la vida escribiendo, la mayoría de las veces historias que nunca van a suceder, relatos inventados, y joder, siempre de amor, que sé que es cursi, y hoy quiero escribir sobre ellos, los de toda la vida, los que han estado ahí siempre, y bueno, aquí están. Hay mucha gente que ya ha hablado antes de lo que significa amistad, han creado hasta definiciones, y todas ellas creen estar en posesión de la verdad, y no lo niego, no quiero contradecir a Aristóteles cuando dice que la amistad es un alma que habita en dos cuerpos, no, pero yo quiero que se sepa, que nosotros somos unos cuantos. Y no están todos, cada uno tendrá su momento, pero este es para los de siempre.  Está Sara, que une el puto grupo, que tiene una sonrisa que te vuelve loca, literalmente, que  es capaz de hacerte sonreír aunque estés en las últimas, y es generosa como ella sola, tiene aura, carisma, es todo lo que quieres ser en la vida. Es un ejemplo de person

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Tú sonrisa me besa feliz, y la Luna pellizcada, que no entiende nada, sostiene aún así el cielo rosado, y rosa tus mejillas, y mis labios. Y sujeta las estrellas, a lo lejos, pero hoy más cerca que nunca.  El vino que se cae de tu copa, a mi boca. Mis palabras que tropiezan contra el muro de tus dientes, y se caen.  Y te juro,  Que no hay noche que no recuerde Que no te sueñe  Como antes.  Y tus besos que parecen manos, que me moldean, que me hacen cosquillas y van y vienen con el viento, al ritmo que empapan las olas la orilla, suave, lento, como dar el do, o el fa, o darlo todo de mí, quizás en un viejo piano, y pisar el pedal y que suene pausado, mantenerlo en el tiempo aunque se haya ido, como la luz de las estrellas esta noche, como este recuerdo en mi memoria.  Y aveces bajo a hacer la compra    Y te busco por las calles       Y a veces te veo y me hago la loca          Que quizás no es tanto el fingir             Que me muero por tus huesos                Y me caigo

Cuando las cosas se acabaron.

Y el corazón crujió, por ultima vez, como la bisagra de una puerta antigua que acaba por romperse. Se desquebrajó dejando un cuerpo inerte a su paso. La sangre por sus venas iba perdiendo velocidad, frenando poco a poco, encharcando las cámaras ya rotas del corazón. Había perdido la capacidad de visión, y el olfato se había desvanecido como se desvaneció el último latido. El suspiro último que había exhalado, también se perdió. Se mezclo con el aire de fuera, creando en ella un vacío.  Consumió su vida de golpe con aquella imagen en la que estabas en frente, besando a otra mujer. Sintió todo lo que lo que nunca había llegado a sentir en aquel instante, el último. Su sonrisa se torció y eso fue lo que más dolor me dio a mí. Recuerdo como andaba moviendo las caderas, cortando el aire a su paso, con su cintura. Como dejaba volar su cabello con el viento, que siempre le soplaba de cara. Y sonreía, y los hombres se paraban a mirarla, se giraban cuando ya había pasado. Era parecida a Atila,

Lo adictivo que resultas.

Me habían advertido de lo adictivo que resultas, de cómo tus pupilas son capaces de llevarme al fin del mundo si se choca mi mirada con la tuya. Me habían avisado de cómo si tu mano roza la mía, esta se entrega a ti. Me habían jurado que vas petrificando gente a tu paso. Que cuando andas por la calle, las chicas se paran a mirarte, y te siguen con la mirada hasta que desapareces. Que se giran a verte hasta los gatos y no te das ni cuenta. Me contaron que si sonríes las rosas se llenan de complejos, que un abrazo tuyo es el que marca el fin del invierno y que en el infierno, todos te conocen. Que cuando pestañeas, el mundo se para hasta que vuelves abrir los ojos. Que el cielo está en ellos, en chispitas de alegría, en azules anillos de vivacidad, y cuando miras hacia arriba, deja de llover, que salpicas color, que devuelves al techo de este mundo el color azul que le pertenece, y a ellas, las estrellas, las tienes todas locas, y dicen que ellas te piden los deseos a ti, por lo fugaz qu

Madrid, nuestro Madrid.

Caminábamos de la mano por un Madrid ocupado pero alegre que nos veía sonreír impasibles, por el que callejeábamos hasta encontrarnos perdidos, hasta perdernos y encontrarnos. Un Madrid jovial, en el que íbamos al cine a ver películas de las que no nos enterábamos, utilizando absurdamente como pretexto cada estreno para pasar más tiempo juntos, gastando el dinero como el tiempo entre las butacas de una sala oscura con una pantalla gigante en la que si no proyectaban fotos tuyas, yo era incapaz de prestar la más mínima atención, pendiente siempre de tu mano que llegaba descaradamente a mí y al salir, nos cenábamos, me acompañabas a casa, y en el portal suplicaba fuerzas para poder dejarte ahí, a la deriva, despegado mi cuerpo del tuyo. Y si por la calle, nos encontrábamos, le sonreía al caprichoso destino y fingíamos ser dos completos desconocidos con ganas de conocerse aunque ya supiésemos armar de memoria el puzzle de tu piel cosida a la mía, aunque fuese capaz de dibujar sobre un fo