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Mostrando entradas de 2016

Lejos

Que lejos estoy de casa, del sonido de tu talón descalzo contra el parqué. Qué lejos estoy de tu pecho sobre el que cada noche diluía las penas de mis días, donde me aferraba y sonreía sin saber nunca bien por qué. Lejos de los nervios que dejé escondidos en el cajón de mi mesilla, de aquellos que aceleraban mis pulsaciones cuando me anticipaba al sonido de tus llaves en la cerradura, y te sabía llegando antes de oírte. Qué lejos de aquellos labios que me hacían confesar. De tus torturas de algodón. Lejos de tus uñas y dientes. Lejos de los compases de tu voz. Del calor de nuestra cama. Del frío de la punta de tu nariz, de tus pies helados. Qué lejos de ti. Tan lejos que no existes. Que no me elevas. Que no me dueles. Este mechero no prende. Por fin. La llama me alcanza el alma entrando por mi boca. Ardo en mi propio infierno. Te veo vestido de rojo como Satán. Si cierro los ojos, me sabes a él, me besas deprisa y vuelves a estar cerca. Trataré de no verte nunca más en la parte baja

Heridas

Me he abierto en canal. Me he rajado el pecho, y he cogido tu mano. Tú, me mirabas a los ojos. Yo sonría. Puse tu mano en la herida, agarrándome los latidos, presionando fuerte mientras de ti dependía mi vida. Le has hecho latir a tu antojo, ordenando con cada suspiro una nueva arritmia. Has sentido bajo tu piel, que ocurre con mis pupilas si lo pulsas, como se dilataban también las tuyas. Me has visto sangrar, me has contado las venas, me has cortado las penas y has bebido de mi sangre. Y ahora soy eterna. Porque la eternidad puede ser un solo momento.  Me has desgarrado los labios, me has besado las ganas, has oído cómo reventaban mis miedos como si fuesen cristales, como se quebraban mis sueños y me arañaban . Has sujetado con besos tiernos mi paciencia, te has cosido en el costado el hilo del que siempre pendió mi voz. Me has hecho hueco en tu hombro y has secado todas mis lágrimas. Me ha temblado el pulso a tu lado, y tú me acariciabas. Apaciguabas mis demonios. Pulías siempre mi

Aprendiz

A mi en el colegio me enseñaron que a veces dos cosas negativas pueden acabar por convertirse en una buena. Que una personalidad que resta se multiplica otras veces con una opuesta y la primera acaba por arrastrar al pozo negro a la segunda y pierdes. Me enseñaron sin saberlo algo del amor. Que tú fuerza se une a la mía si caminamos en el mismo sentido y dirección, y que la suma de todas tus sombras eres siempre tú, y si tenemos suerte quizás encajen con las mías y hagan manitas porque el caos de mi vida se detiene si me besas y rezo cada noche porque así siga siempre siendo.  Me enseñaron también que catastrofista es quien lo ve siempre todo negro, pero la primera vez que  te tuve dentro de mi cama, me habías arrancado a mordiscos el vestido de fiesta negro y alcancé un cielo azul añil como el color de mis ojos si eres tú quien los mira. Me contaron una vez el ciclo de la vida, que empieza y acaba siempre contigo. Me juraron también que el ser humano tiene necesidades que no eres tú

Papel de fumar

Tengo el rencor envuelto en papel de fumar, el dolor en un bote de formol y los arañazos en fotos de espaldas que no son la mía. Tengo tu olor empaquetado en una cajita donde también tengo guardada la foto de nuestro primer beso. Tengo los otoños que vivimos escondidos en lo más profundo de mi alma, y a ella están cosidos todos los besos que nos dimos, que me dan forma, que me convierten en el molde de ti que ya no tiene sentido, que ya no quieres encajar conmigo. Y duele, duele la aguja que viaja por mis venas, que me pincha sin sangrar. Y duele no tenerte aquí a mi lado, y este frío que pide a gritos la presencia de tu nombre junto al mío haciendo manitas, y el viento de un lugar lejano que jura haberte visto con otro cuerpo de mujer, que jura haber envuelto en caricias el pelo que tú ahora impregnas de tu olor.  Y yo que siempre había jurado pertenecerte, estoy rota, estoy deshecha, estoy herida, y estoy dolida. Yo que me creí por un momento la promesa de tus labios, el pacto con l