Aprendiz

A mi en el colegio me enseñaron que a veces dos cosas negativas pueden acabar por convertirse en una buena. Que una personalidad que resta se multiplica otras veces con una opuesta y la primera acaba por arrastrar al pozo negro a la segunda y pierdes. Me enseñaron sin saberlo algo del amor. Que tú fuerza se une a la mía si caminamos en el mismo sentido y dirección, y que la suma de todas tus sombras eres siempre tú, y si tenemos suerte quizás encajen con las mías y hagan manitas porque el caos de mi vida se detiene si me besas y rezo cada noche porque así siga siempre siendo. 
Me enseñaron también que catastrofista es quien lo ve siempre todo negro, pero la primera vez que  te tuve dentro de mi cama, me habías arrancado a mordiscos el vestido de fiesta negro y alcancé un cielo azul añil como el color de mis ojos si eres tú quien los mira. Me contaron una vez el ciclo de la vida, que empieza y acaba siempre contigo. Me juraron también que el ser humano tiene necesidades que no eres tú pero yo cambie el respirar por tenerte y me ahogo, pero sobre ti, y te juro cariño que merece la pena, y que no me arrepiento de nada. 
Una vez me contaron también que hay manantiales que no son tus ojos, fuentes que no son tu lengua, y corazones que palpitan amor y sólo supe de que me hablaban a la tercera. 
Mis padres me enseñaron que por un hijo se mata. Que el dolor a veces se empatiza, y que tengo que mantener al lado a quien comparta mi dolor si a mí me duele, a quien me cure la herida si esta sangra y me ayude a cicatrizarla. A quien me quiera y me respete, y que lo haga bien. A quien me llene la vida de alegrías y a quien sepa yo llenársela. Me enseñaron que el amor también se educa, que paciencia no significa sumisión y que tengo que quedarme con quien brille sólo por estar al lado mía, y me enseñaron a brillar también yo, sin eclipsar a nadie, sin que me eclipse ni la Luna. Me contaron la forma de ser buena, y de ser mala y me dieron a elegir. Cariño aún no sé qué he escogido, pero he aprendido que verles sonreír a ellos por mi culpa merece todas mis penas. 
Mis amigos me enseñaron lo mal que utilizamos esa palabra algunas veces y lo corta que otras se nos queda. Que la vida son dos días y la noche de entre medias es suya, para contarnos siempre penas, para alegrarnos la cara a la luz de las velas, y bebernos a chupitos la madrugada con la luna nueva mirándonos envidiosa como siempre, y creo que me quiere, y cuando se aclara y se pone llena, me lo grita desde arriba y yo imagino que me lo gritas siempre tú, así que agárrame la mano fuerte, y no te sueltes nunca, que he aprendido mucho, y todo lo que aún me queda por hacerlo, dura una vida, y quiero vivirla entrelazando siempre tus dedos a los míos sin pensarlo. Sin caer en la cuenta de que sonrío cuando pienso en ti. Que tengo muchos planes en mi vida, y absolutamente en todos te incluyo a ti.

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