Jaque

Escondía siempre, de mi campo de visión, todos los peros. Matizaba con excusas todos sus defectos. Y tejía por las noches bufandas de reproches que escondía al llegar el amanecer, para abrigar luego a la anunciada soledad, que esperaba paciente su brillante aparición.

Si te marchas quedaré inmersa en la tristeza, condenada a un mundo gris, así que mientras tanto, mientras tenga tu mano en la mía, aun con el tiempo en nuestra contra, pintaré de naranja este cielo, que ya quiere acostarse y dejarse ir.

Y si amanece el día desde Holanda, gritaré fuerte hasta que se oiga por París, que en los montes de la mía patria, un día yo te describí, hablando con la Luna me decía, que en los canales de tus tierras ella mece las cunas, de los malos poetas, de los malos amantes y consuela sobre su pecho a los que, como yo, no son correspondidos nunca, y se pierden entre llantos y recuerdos.

Y entonces descubrí, que llevas acento del sur en los labios, que traes contigo aires de grandeza, y te me has quedado pequeñín.

Te vi fumando luego, un cigarrillo a medias con una mujer de pelo largo y rabia en los ojos, que en su vientre cría odio, que me tiene congelando en una foto en el arcón. Que me mira y me asesina si te hablo. Que sabe que antes de ella, siempre estuve yo.

Imaginaba como reías aquí delante de mí, montado en una barca del retiro que, remando con ayuda de los vientos, llegó a mar Tirreno y ascendiendo por el Tíbor, en casa te dejó. A contracorriente y fugaz. Como aquel beso en la puerta de los baños, como el que sin entender mi lengua madre, me entendía al mirar. Como tecnología germánica, todo a punto de estallar.

Y hasta Segovia llegó tu anticiclón. Tres veces si no una. Destrozando todo lo que había alrededor. Por el acueducto baja sangre de aquel amante herido por el desprecio de su dama, que lleno de melancólicos recuerdos, daga en mano, arrancó, dejando lleno el río, y en silencio la ciudad. Y la dama llora, a ratos, mientras peina el enredón. Lamenta, agachando la cabeza, lo que de aquel hombre no creyó. Y otro hombre malnacido, presiona a nuestra dama a meterse entre su pantalón.

Y en bicicleta yo me escapo de aquellos estragos que saben a rancio. Y montado en moto me alcanzas luego tú. Y me dices que me quieres, que me monte yo sin casco, que vamos a llevar hasta el final este motor. Y me juras que el miedo es más lento de lo que pueda imaginar. Yo me monto y te abrazo desde atrás. Y me pides que me baje. Tengo heridas en los codos. Tengo rasguños en los costados. No pasa nada.

Yo tocaba teclas del piano sin saber muy bien cómo, no tenía ritmo ni sentido mi canción. Pero lloro siempre fuerte cuando escribo y canto, cuando escribo y callo.

Tengo en el pecho depresión. Pareados en las manos. En la cabeza confusión.

Cuando le miro tiemblo aún sin tenerle delante. Me imagino recorriendo su cuerpo a ciegas, sobre algún que otro colchón. Abrazarle y enseñarle medio mundo. Se me deshace el corazón cuando tirito pensando en recogerle y contarle toda mi vida en media hora de reloj. Beber quizás algún licor. Contar estrellas y pedir deseos, (por favor, en español.)

Que hay bajo la alfombra restos de cuando finjo que no quiero, que soy dura y que yo puedo. Que no he esparcido aún las cenizas de aquellos que fuimos, de los que tanto daño me hicieron, de aquella historia que me cambio, y guardo cartas en un plástico, debajo del somier por si me muero, utilicen mi cama como nicho, aquellas líneas como encendedor.

No comprendo la vida todavía, a qué juegas, ni porqué tuve que ser yo. No pretendo competir conmigo por ser mucho mejor. Soy el caos de mi habitación, el nublado de mi vista, soy aquel bloque de hormigón. Madera carcomida. Soy gigante de latón. Soy Troya esperando su regalo. Soy Elena sin talón.

¿Qué esconden tus ojos? Medio mundo he de cruzar. Retroceder al pasado más arcaico y preguntarme desde allí, que errores son los que cometo, qué error imperdonable cometí. Soy rumbo incorregible hacia la nada. Condenada desde siempre al fracaso. Rubor del mar. Resaca casi siempre. Soy de hueso fuerte, de muro endeble: mi coraza es de cartón. Y finjo que no duele cuando maquillo el moratón. Soy las coordenadas del desastre. Soy mentira mal contada. Soy ingenua y frágil. Tengo ya las venas, por las penas, de metal. Pata de palo. Ojo de cristal. Me quedan aún cien años y tengo certeza en la boca cuando hablo. Tristeza cuando firmo los contratos. Nombro por su nombre al eco de mi cuarto. Cigarros enteros. Noches jodidas, la verdad. Dudas y tragos. Ojeras por los pies. Cortes en el antebrazo. Alma negra. Me tengo en jaque.

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