Nuestro Balcón.
Un trocito de cemento que sobresale de una vieja fachada. Un pequeño lugar que separa nuestra habitación del cielo, del mundo. Menos de un metro cuadrado, vallado, pero abierto hacia dónde todo es posible. Nuestro balcón es más que todo eso. Es lo que abre nuestra habitación, nuestro refugio. Es el lugar donde de madrugada sales a fumarte un cigarro si estás nervioso o agobiado y yo te persigo con la mirada mientras me hago la dormida. Es el lugar donde hacemos público que nos queremos. El lugar donde ponemos nuestras macetas. Donde planto flores y las canto todos los días porque mi madre dice que así crecen felices. Desde donde veo las estrellas por la noche. Nuestro balcón, es por donde se cuelan los rayitos de luz por la mañana. Donde se posan los pajaritos en primavera a cantarnos. Son esos barrotes, irónicamente, donde me apoyo cuando quiero sentirme libre. Donde me subo cuando siento que mi vida hace equilibrismos, recorriéndolos con cuidado mientras espero que me bajes de ahí. Es desde donde me ves llegar por las mañanas cuando madrugo. Es donde si no podemos conciliar el sueño salimos a tomar el aire. Desde donde se ve la esquina de la calle, y puedes imaginar las cientos de vidas que pasean por debajo, algunas más deprisa que otras cada mañana. Desde donde vemos ponerse el sol, y donde esperamos que vuelva a salir. ¿Cómo puede ser que un rincón tan pequeño tenga tanta vida?¿Cómo puede albergar un sitio como Nuestro Balcón tantos recuerdos felices? Como cuando me ponía triste y como una niña, para no ahogarme en un mar de dudas, salía afuera, y tú me sorprendías por la espalda, recorriéndomela de arriba a abajo con tu dedo, mientras se disipaban todas mis dudas, y se erizaba mi piel. Como cuando discutíamos y nos decíamos cosas que no pensábamos en absoluto, que no queríamos decir, y salíamos al balcón, a nuestro balcón, terreno más neutral casi que nuestra cama, y nos mirábamos a los ojos y nos decíamos que nos queríamos, y hacíamos las paces con un abrazo y un beso de película. Como cuando te empeñabas en subir desde abajo, desde la calle a él trepando, porque era así como entrabas en mi cuarto cuando era niña. Es donde la Luna se enamoró de ti, pero eso, ya lo contaré otro día...
Comentarios
Publicar un comentario